"NORMAS IMPLÍCITAS"
"Todos más de alguna vez hemos viajado en un ascensor y creo que en la mayoría de las veces hemos estado en silencio sin intercambiar palabra con nuestro acompañante en ese frío escenario. ¿Por qué callar en aquel espacio? ¿Por qué nos imponemos ese silencio? ¿Sucederá el mismo “efecto ascensor” en otras áreas de nuestra vida?"
ver texto ¡OJO!, antes de comenzar debo señalar que cada cosa que escribo te puede identificar a ti como también a mi. ¿Qué piensas cuando digo ascensor? Según la Real Academia Española significa “Aparato para trasladar personas de unos a otros pisos” y para la mayoría de nosotros es de color plomo, rectangular, con un par de luces y un espejo en su interior. Además de esa descripción ¿Te das cuenta de algo más?. Me provoca un poco de terror mencionar lo que sigue porque me ha pasado cientos de veces y quizás a ti cientos de veces más. Pero antes de proseguir llegaremos a un acuerdo y sentenciaremos éste con la siguiente frase: "Hay que romper con las ideas preconcebidas" , ¿la aceptas? Si tu respuesta es si, entonces continúa leyendo.
¿Tenemos ideas preconcebidas? ¿Cuánto nos limitan éstas? ¿A qué le llamamos ideas preconcebidas? ¿Reconoces alguna?, pero antes de llenar esta plana de preguntas y tu cabeza de respuestas mejor continuemos y nombremos una de ellas. ¿Qué hacemos cuando nos subimos a un ascensor? Aparte de encaminarnos a éste, tocar el botón para que baje o que suba hacia el piso donde nos encontramos. Si el ascensor se encuentra vacío entonces todos nos salvamos y nos permitimos nuestro minuto de confianza en que podemos mirarnos al espejo, hacer muecas divertidas, peinarnos, sacar algo molesto de nuestra nariz, maquillarnos, etc
Pero ¿Qué sucede cuando hay desconocidos en su interior? ¿Recuerdan haber saludado a alguien al entrar a un ascensor?, ¿De haber intercambiado un “como estas” con alguien que nunca antes habías visto?, si no lo has hecho entonces menos has abrazado a alguien en aquel habitáculo plateado. ¿Por qué callar dentro de ese espacio si antes de entrar a éste habíamos conversado con un amigo que pasaba por ahí? ¿Qué raro nuestro mundo cierto? Nadie nos enseñó que debíamos de callar en aquel lugar pero todos lo hacemos y seguimos al pie de la letra aquella norma implícita impuesta por no se quien, quizás por el ascensor o las personas ¿Quién sabe?. Si el edificio es pequeño, también es así nuestro silencio y miramos de reojo el espejo y de reojo al acompañante de esta “emocionante travesía” para que así no te tilden de mirón o de entrometido. Si el edificio es grande, entonces miramos más cosas, observamos la luz, el techo, el vidrio de reojo, pero sencillamente nos fascina ver un cuadrado pequeño que en el centro tiene un numero rojo que nos indica el piso donde estamos. Quizás ese numero tiene un poder hipnotizante ya que después de mirar éste es casi imposible fijar nuestra atención en otra cosa. Pasa otro piso y se suben dos personas que vienen hablando amenamente pero al entrar las palabras poco a poco desaparecen y llega el momento en que el silencio vuelve a reinar. ¡Otro problema más!, hay dos conocidos y dos perfectos desconocidos pero todos con la misma misión “estar en silencio” observando cualquier punto del ascensor. Y así la historia continua hasta que nos bajamos del ascensor, damos un paso fuera de éste y volvemos a ser los mismos, estamos más sueltos, relajados y podemos conversar como antes.
¿Nos sucede el “efecto ascensor” en nuestra vida cotidiana? Yo creo que sí, no digo que adoptemos las mismas actitudes que cuando estamos dentro de éste pero si señalo que tenemos ideas preconcebidas que nos impulsan a repetir patrones de pensamiento y conducta que no nos permiten llegar más allá, como el no conversar con la persona que está sentada a nuestro lado en la micro; el realizar algo novedoso ya que la norma implícita de la sociedad nos indica que hay cosas que uno no puede lograr pues nunca se ha intentado antes o bien nadie lo ha logrado.
Al aceptar las ideas preconcebidas te tendrás que resignar a “ese no puedo” y a unos cuantos límites más. La pregunta es ¿Estamos dispuestos a vencer esas normas implícitas?, si la quieres aplicar también sugiero que la apliquemos a todo ámbito de cosas desde nuestras más desconocidas debilidades hasta nuestras conocidas fortalezas. No limites ni tus fortalezas ni tus debilidades, rompe el patrón del soy bueno para esto o soy malo para aquello, ya que quizás encuentres un mundo nuevo que explorar y nuevos sueños que concretar.
Foto: http://www.cartoonstock.com/directory/E/Elevator.asp
¿Tenemos ideas preconcebidas? ¿Cuánto nos limitan éstas? ¿A qué le llamamos ideas preconcebidas? ¿Reconoces alguna?, pero antes de llenar esta plana de preguntas y tu cabeza de respuestas mejor continuemos y nombremos una de ellas. ¿Qué hacemos cuando nos subimos a un ascensor? Aparte de encaminarnos a éste, tocar el botón para que baje o que suba hacia el piso donde nos encontramos. Si el ascensor se encuentra vacío entonces todos nos salvamos y nos permitimos nuestro minuto de confianza en que podemos mirarnos al espejo, hacer muecas divertidas, peinarnos, sacar algo molesto de nuestra nariz, maquillarnos, etc
Pero ¿Qué sucede cuando hay desconocidos en su interior? ¿Recuerdan haber saludado a alguien al entrar a un ascensor?, ¿De haber intercambiado un “como estas” con alguien que nunca antes habías visto?, si no lo has hecho entonces menos has abrazado a alguien en aquel habitáculo plateado. ¿Por qué callar dentro de ese espacio si antes de entrar a éste habíamos conversado con un amigo que pasaba por ahí? ¿Qué raro nuestro mundo cierto? Nadie nos enseñó que debíamos de callar en aquel lugar pero todos lo hacemos y seguimos al pie de la letra aquella norma implícita impuesta por no se quien, quizás por el ascensor o las personas ¿Quién sabe?. Si el edificio es pequeño, también es así nuestro silencio y miramos de reojo el espejo y de reojo al acompañante de esta “emocionante travesía” para que así no te tilden de mirón o de entrometido. Si el edificio es grande, entonces miramos más cosas, observamos la luz, el techo, el vidrio de reojo, pero sencillamente nos fascina ver un cuadrado pequeño que en el centro tiene un numero rojo que nos indica el piso donde estamos. Quizás ese numero tiene un poder hipnotizante ya que después de mirar éste es casi imposible fijar nuestra atención en otra cosa. Pasa otro piso y se suben dos personas que vienen hablando amenamente pero al entrar las palabras poco a poco desaparecen y llega el momento en que el silencio vuelve a reinar. ¡Otro problema más!, hay dos conocidos y dos perfectos desconocidos pero todos con la misma misión “estar en silencio” observando cualquier punto del ascensor. Y así la historia continua hasta que nos bajamos del ascensor, damos un paso fuera de éste y volvemos a ser los mismos, estamos más sueltos, relajados y podemos conversar como antes.
¿Nos sucede el “efecto ascensor” en nuestra vida cotidiana? Yo creo que sí, no digo que adoptemos las mismas actitudes que cuando estamos dentro de éste pero si señalo que tenemos ideas preconcebidas que nos impulsan a repetir patrones de pensamiento y conducta que no nos permiten llegar más allá, como el no conversar con la persona que está sentada a nuestro lado en la micro; el realizar algo novedoso ya que la norma implícita de la sociedad nos indica que hay cosas que uno no puede lograr pues nunca se ha intentado antes o bien nadie lo ha logrado.
Al aceptar las ideas preconcebidas te tendrás que resignar a “ese no puedo” y a unos cuantos límites más. La pregunta es ¿Estamos dispuestos a vencer esas normas implícitas?, si la quieres aplicar también sugiero que la apliquemos a todo ámbito de cosas desde nuestras más desconocidas debilidades hasta nuestras conocidas fortalezas. No limites ni tus fortalezas ni tus debilidades, rompe el patrón del soy bueno para esto o soy malo para aquello, ya que quizás encuentres un mundo nuevo que explorar y nuevos sueños que concretar.
Foto: http://www.cartoonstock.com/directory/E/Elevator.asp