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miércoles, mayo 30, 2007

"A Pasos de un Nuevo Mundo"

“Temprano en la mañana la rutina tiene un inesperado vuelco y de un momento a otro me encuentro a pasos de experimentar un nuevo mundo”
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Mi madre me llevaba camino al colegio y en el transcurso del viaje, suena su celular y de improvisto el auto toma primera vía y en la esquina dobla a la derecha como si fuera a tomar el camino de regreso a casa. Después de pasar unos semáforos no cabía duda, nos dirigíamos a casa porque a mi hermano mayor se le había quedado en su pieza el trabajo que a última hora ayer había logrado terminar. Se estacionó como de costumbre unos metros antes de llegar a la casa, porque así le era más fácil estacionar y salir nuevamente. Se demoró bastante poco y su agitado respirar evidenciaba el esfuerzo. Yo por mientras me entretenía con la radio pero no encontré ninguna buena frecuencia y simplemente la apagué. Después de unos bostezos durante el camino llegamos a la Universidad de mi hermano, mi madre se bajó y me señaló que no me moviera ya que ella regresaría en unos instantes.

En un principio me quedé tranquilamente sentado mirando como pasaba uno que otro estudiante atrasado. Sin embargo me aburrí y en un abrir y cerrar de ojos la puerta del auto se abrió “sola”, y mis pies de un momento a otro se encontraban solo a pasos de distancia de explorar este nuevo mundo. Saludé al guardia de la entrada como si nada pasara y le pregunté vanamente por mi hermano, sin embargo el me dijo que no lo conocía ya que había llegado hace solo un par de semanas a este nuevo trabajo. Luego pregunté a alguien que pasaba, dónde se encontraba la carrera de Psicología y me dijeron que quedaba justo al lado de la escala que dirige al segundo piso. Para mi sorpresa al llegar a la sala, ésta se encontraba vacía y con la luz apagada. De pronto sentí un fervoroso aplauso, así que corrí lo más rápido que pude para así no perderme tan emotivo momento.

Llegué al origen de los aplausos y en la entrada salía: “Auditorio Francisco Villalobos, invitado especial para la carrera de Psicología, Don Olmedo”. Alcancé a llegar justo cuando los aplausos se acababan y este señor de barba blanca y de mediana altura decía un sentido: “gracias”. Y su primer discurso terminaba mas o menos así: “No importa cuan joven o cuan viejo seas, tu debes de tener un sueño, no cualquier sueño, éste debe de ser noble y que involucre el bienestar de los demás. Si tú tienes en mente una idea así, entonces es tiempo de comenzar y trabajar en ver alguna vez ver ese sueño convertido en realidad. Te animo fervientemente a que te enamores de un sueño noble, que te aferres a él y que des todo por conseguirlo. Estimados lamentablemente el tiempo ha terminado, muchas gracias por escucharme y colocar atención a mis palabras, recuerden que el próximo lunes volveré nuevamente a este auditorio para brindarle la segunda parte de este tema llamado “Soñar Nuevamente”, los espero, hasta pronto, muchas gracias…”.

Cuando Don Olmedo terminó de hablar, el único sonido que se escuchó en un par de minutos fueron aplausos, emocionantes aplausos que “Don Olmedo” contempló silenciosamente de pié, asintiendo con la mirada tanto cariño entregado. Al terminar los aplausos escucho que mi madre me llama de la escala... miro por última vez el auditorio y me dirijo hacía donde ella. Al llegar al auto mi madre me pregunta:
- ¿Qué hacías mirando desde la puerta de ese auditorio?.
- Escuchaba un tema de los sueños – le contesté - hablaba un tal “Don Olmedo”… a todo esto mami. ¿Tu tienes un sueño?... Porque si no tienes un sueño, este caballero al que escuché va a dar la segunda parte de su tema el próximo lunes, ¿te animas a venir?...

lunes, mayo 21, 2007

"Tesoros En La Bodega"

"Nunca imaginé hallar una lección de vida intentando ordenar una sucia y polvorienta bodega "
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Día festivo en mi natal país. Ayer el estudio comenzó a ser fructífero recién avanzada la noche y es por eso que concluí de madrugada. Para variar me desperté con los ojos cerrados y al escuchar ruidos mañaneros, no me quedó otra opción que abrirlos. Recién ahí me enteré que no era de mañana, sino que el sol ya tenía algunos rayos calurosos de la tarde. Tenía que levantarme y ordenar mi pieza. Cuando terminé de ordenar recordé que hace unas semanas atrás mi madre me había dicho que tenía que ordenar la polvorienta bodega que está detrás de la casa, aquella bodega casi imperceptible e invisible para todos. Tenía que ordenarla, no sabía el motivo, pero algún día lo tenía que hacer. Me cambié de ropa y ahora usaba aquellas vestimentas que alguna vez fueron nuevas y que ahora solo los que viven en mi casa la conocían. Busqué la llave de la bodega y me dio risa pensar del por qué tanta seguridad para objetos olvidados, cachureos y quizás cuántas telarañas.

Lo primero que vi y no es de extrañar, fue sin duda un gran desorden. Después de sacar unos cuantos palos viejos y uno que otro fierro oxidado me encontré con un empolvado libro. Soplé como se hace en las películas y abrí el álbum de fotos de par en par. Eran fotos en blanco y negro, fotos de la infancia de mi abuelo y una que otra foto en donde salía con mi abuela. Después de unos minutos dejé el álbum al lado de la puerta para así no olvidar de llevármelo a mi pieza, porque sin duda es parte de mi familia y parte de mi historia de vida. Después de dejar el álbum, me doy vuelta y mis pies pasan a llevar un bulto tapado con un plástico negro y siento un débil sonido de una campanilla. Me agacho, descubro el bulto y veo ante mí, aquel tren que me entretuvo durante fríos inviernos y calurosos veranos de infancia. Y pensar que lo había perdido y sin embargo ahora ya grande lo vuelvo a recuperar. Así que lo dejé al lado de la puerta, donde mismo había dejado el álbum de fotos, ya que este tren es parte de mi infancia y sin duda parte de mi vida. Al correr aquel plástico negro no me percaté, que habían libros en la parte superior, así que al dejar aquel tren, escuché varios libros caer, lo cual trajo consigo una nube de polvo.

Ordené los libros del más grande al más pequeño para así dejarlos nuevamente en su lugar. Pero al terminar de ordenarlos me percato que había un libro que estaba un poco más alejado, al lado de una polvorienta esquina. Me acerqué y vi que en la tapa decía: “Segunda Guerra Mundial”. Me acordé inmediatamente del día “D” y de paso de la afamada película “Rescatando al Soldado Ryan”. Al cerrar la enciclopedia y colocar el libro en posición vertical, se desprendieron 3 pequeñas hojas que tomaron distintas direcciones en esa aún polvorienta bodega. Tomé la primera de ellas un tanto molesto, pero por esas cosas de la vida me animé a leerla detenidamente: «Marcharé al frente de ti, y allanaré las montañas; haré pedazos las puertas de bronce y cortaré los cerrojos de hierro. Te daré los tesoros de las tinieblas, y las riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor… Me pregunté si será un discurso de algún general en alguna batalla en la segunda guerra Mundial, me pareció interesante, así que la guardé en el bolsillo de mi chaqueta. Me di vuelta para buscar la otra hoja y encontré algo que decía más o menos así: “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. ¡Que buen discurso de guerra!, pero éste a diferencia del otro daba una referencia: “Mt 10:39”. Y después de leer esta segunda hoja me puse a pensar, del por qué no había ordenado antes esta bodega. Me acordé de la existencia de la tercera hoja que se había caído y en ese instante escucho la voz de mi madre que me llama a almorzar. Y antes de salir de la bodega me recordé de lo bueno que había sido adentrarme en el, ya que encontré un álbum de fotos de mi familia, el tren de mi infancia y estas hojas que me han hecho volar. Sin duda estas tres cosas son parte de mi vida, pero me llamaron poderosamente la atención esas hojas escondidas en la enciclopedia, aún me falta buscar la tercera hoja y a partir de mañana entraré más seguido en la bodega y trataré de encontrar aquel libro que contiene tan inconmensurables discursos.

foto: www.ignorancia.org/uploads/images/bodega/bodega.jpg

miércoles, mayo 16, 2007

"Crónica De Una Libertad"

"Antes de llegar a la libertad el más joven de dos amigos se animó a escribir, para así dejar su historia que quizás se recuerde en la nueva realidad”
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Dos amigos inseparables habían luchado con todas sus fuerzas para llegar ahora a metros de la ansiada libertad. Sonreían a cada paso que daban y constantemente soltaban una carcajada. Se recordaban de los tiempos malos, de las penurias que tuvieron que pasar, de conflictos sin sentido en donde tuvieron que callar. Sin embargo todo lo malo había quedado atrás, el cansancio se olvidó por un rato, el hambre y la sed también. Cuando estos dos amigos pensaron que esta travesía había terminado se encontraron que a la vuelta de un pequeño monte tendrían que atravesar un último obstáculo, un túnel que guardaba mitos y leyendas acerca de gente que lo había intentado cruzar. Se miraron, estrecharon por última vez sus cansadas manos y ambos mirando hacia adelante señalaron que solo había una oportunidad para llegar a la ansiada libertad: “avanzar y pasar el túnel”.

Los primeros pasos dentro de aquel túnel fueron seguros y confiados ya que aun podían tener algo de luz al avanzar, pero poco a poco el silencio comenzó a reinar y consigo trajo inseguridad y miedo al caminar. En medio de este frío escenario ambos comenzaron tímidamente a hablar, comentaban que quizás todos los cuentos que se decían de este lugar, en un instante se convertirían en realidad y ellos desafortunadamente serían los protagonistas. Lo único que podían divisar era un atisbo de luz al final, que quizás no era una luz en realidad sino que una sugestión producida por ellos al querer llegar a la nueva ciudad. Todo era oscuridad porque se encontraban en la mitad del tramo. Habían dos opciones: “retroceder y mirar a lo lejos la libertad; o avanzar y llegar a disfrutar de algo nunca antes conocido por estos dos viejos amigos”.

Después de unos segundos de silencio, se abrazaron fuertemente casi agotando las últimas fuerzas que les quedaban y se juramentaron que llegarían a la nueva ciudad. Como tenían tanto miedo decidieron recorrer el último tramo cantando para así evitar distraerse y simplemente concentrarse en caminar. A medida que cantaban los invadía una valentía, una seguridad nunca antes conocida. De repente uno de ellos, el más joven de aquellos inseparables amigos se silenció, sin embargo el viejo Pablo siguió caminando y cantando. Al poco andar el viejo Pablo se dio cuenta que no sentía la voz de su amigo José, ni siquiera los pasos de él, sino que en cambio sentía un ruido como si alguien estuviera buscando algo en la mochila de su inseparable compañero.

Permaneció inmóvil sin saber qué hacer, qué pensar, qué decir. Y al cabo de unos minutos el túnel se silenció tanto así que Pablo escuchaba nítidamente los latidos de su corazón. ¿Qué hacer? ¿Seguir? Esto era lo que se preguntaba el mayor de los amigos ya que sin José no valía la pena continuar este viaje. De un momento a otro comenzó un acelerado sonar de hojas y de pronto se escuchó el sonido de un fósforo prenderse y tras ellos se vio una hoja que fue usada como antorcha que iluminó la cara de José. Pablo ya casi sin aliento lo retó a la distancia y se acerco preguntándole porque no había le había informado de su idea. Sin palabras José le pasó la antorcha a Pablo y con la vista le enseñó un cuaderno en blanco en donde en este instante comenzaba a plasmar sus historias que lo habían llevado un día a soñar con la libertad y que sin embargo ahora a pocos minutos el intentaba de la manera más fidedigna inmortalizar. Pablo en ese momento entendió lo sucedido y se mantuvo en silencio un largo rato hasta que su amigo José terminó de escribir. José se puso en pie y guardo su cuaderno en la mochila y siguieron caminando hasta terminar con éxito esta última travesía.

No hay palabras para describir lo que Pablo y José vieron al término de este agotador viaje. El sol para ellos en este lado de la libertad era más caluroso y amigable. El sonido de las aves era incomparable. Hasta el aire que respiraban era único, era nuevo, era perfecto. Corrieron con sus últimas fuerzas hasta alcanzar el monte más alto que pudieron hallar y desde ahí se abrazaron un largo rato y conversaron de lo que tuvieron que pasar mirando desde esa tribuna la anhelada ciudad.

Extracto del escrito dejado por el “Viejo José”


pd: den una vuelta por este blog http://pausasdepaus.blogspot.com/

miércoles, mayo 09, 2007

"Adiós a Mi Viejo Calzado"

"Un día estaba tan agotado que comencé a soñar y el sueño me sorprendió y me regaló un nuevo andar".
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Ayer fue un día extraño, agotador, llegué a mi casa y me acosté. Me quedé dormido al instante porque tuve un extenuante día. De un momento a otro comencé a soñar que volvía a ser niño, que estaba abrigado en mi cama y por esas cosas me levanté motivado por una curiosa sensación. Todo estaba a oscuras en mi pieza así que tuve que deslizar mis dedos por la pared para así no caerme y encontrar el interruptor de la luz que iluminaría aquella fría y oscura habitación. Después de deambular a ciegas por mi habitación, hallé el interruptor y mágicamente mi pieza se iluminó. En ese momento el sueño pareció haberse esfumado así que busqué lentamente las pantuflas, sin embargo no las hallé. En vez de encontrar aquel peludo calzado, me encontré con unos zapatos brillantes que sentía que iluminaban mi rostro y todo mi cuerpo.

Me aventuré a ponérmelos y al ver que me quedaban grandes me dio tanta risa que en un instante estallé en un alegre llanto, ya que los observaba y me quedaban demasiado pero demasiado grandes. A paso lento me dirigí hacia la puerta, para ir a la cocina y prepararme algo para comer, pero por arte de magia podía avanzar cada vez más rápido, no tengo la menor idea si mi pié se agrandó o asombrosamente el zapato se amoldó a mi temeroso caminar.
Antes de abrir la puerta me di cuenta que algo había en el interior de mi zapato derecho, así que me detuve y me senté en la alfombra azul que recubre el piso de mi habitación. Me saqué el zapato y metí la mano para buscar aquella molestia que notaba al caminar.

Mis manos alcanzaron y tocaron aquel recado que había en su interior. Ante mi asombro había un papel igual de radiante que aquel nuevo calzado. Lo abrí con la emoción de haber encontrado un calzado nuevo y con un mensaje en su interior. Aquel papel era tan delicado que tenía miedo que se fuera a desvanecer, así que con mucho cuidado lo abrí de par en par y comencé a leer lo que decía en su interior: “Mi Querido hijo, mi pequeño, mi regalón. Tomé prestado tus pantuflas y te dejé mi calzado en su lugar. Se que tu no tienes el tamaño de mi pié, tampoco tienes las fuerzas ni los músculos para caminar en ellos. Sin embargo te los doy porque eres mi hijo y quiero que andes como yo, confiado y sin temer peligro alguno”. Al leer estas palabras quede un tanto extrañado pero a la vez impresionado, sentía como si un gran abrazo fue dado por aquellas palabras, fue como una verdad que invadió mi corazón… no sé como explicarlo, quizás tu te lo puedas imaginar mejor que yo y puedas señalarme esta alegre sensación. Al reverso de la hoja, estaba escrita la siguiente pregunta: “¿Aceptas mi regalo?”. Y yo sin pensarlo grité: siiiiiiii!!. En ese mismo instante se abrió la puerta y con cara de asombro veo la presencia de mi Padre que viene hacia mi con los brazos abiertos y con una sonrisa enorme en su cara. Me abrazó como nunca antes había sentido un abrazo y comencé a llorar, a reir, para después navegar en un silencio que lleno de paz mi descansar.