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martes, diciembre 23, 2008

"Cena de Navidad"

"Una cena diferente a las demás, sin embargo que se repita por la eternidad"
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"Llegar a casa de eso se trata, volver nuevamente al hogar de una forma diferente y tomando un camino distinto. Si estás caminando por una transitada avenida te invito a tomar una calle vacía, dar pasos más lentos quizás y buscar una nueva ruta sin tanta interrupción. Si vas en auto intenta salir de la atochada autopista y quédate en la berma en silencio pensando en cómo llegar de otra forma a casa. Pensemos, meditemos, lo importante no es comprar regalos ni ver al viejo pascuero, lo que importa es cómo llegamos al hogar y con qué disposición nos sentamos a la mesa a cenar. Quizás tengas una cena preparada, quizás no, pero te invito a tener un tiempo de reflexión en soledad. ¿Cómo vamos? ¿Ves una nueva ruta? Yo veo más árboles y créeme que hay más silencio, hasta puedo escuchar el canto de los pajaritos, puedo ver uno que otro niño jugar y hasta siento un grato viento al caminar o al andar en auto. Cenar, eso es lo importante, recuérdalo. ¿Por qué? Quizás te pueda decir algunos por qué, pero, sin duda, si tú lo realizas, podrás escribir una hoja más larga que está anotando todo lo que descubriste. El mantel tal vez aún no está puesto, las velas y la comida tampoco, sin embargo, estás tú y eso es lo que importa, la compañía ya está y eso es lo realmente importante.

¿Vamos bien? Yo genial y espero que tu también, ya casi no queda nada para llegar nuevamente a casa, ya casi es de noche y hay que prender la luz. Abres la puerta y está todo en oscuridad, te diriges al comedor y de repente ves una vela encendida, dejas los regalos a un lado, suspiras, sonríes tímidamente, miras de arriba hacia abajo como buscando una explicación y, sin embargo, no la hay y eso es lo mejor. Las cosas son así, tal cual como una mágica realidad. Lo importante es cenar y ese es el verdadero significado de la navidad, conversar con Jesús a solas. Comer, compartir, reír, llorar de tristeza y de alegría al final. Ahí está la luz, es mucho más que una varita mágica, es simplemente Jesús, hay amor, paz, perdón, alegría, consuelo, silencio, una tibia mirada, un abrazo de amistad. ¿No lo puedes creer? Si es así, te encuentro toda la razón porque esto es increíble, no hay entendimiento que alcance, no hay corazón que pueda resistir, hasta la más misericordiosa madre no puede entregar todo el amor que Jesús está dispuesto a dar. No existe padre en el mundo que brinde un abrazo mejor que el del hijo del carpintero, no hay padre más valiente que Él.

Ya casi terminamos de cenar, no guardes este momento como un recuerdo genial, sino más bien hazlo realidad en el día a día, en cada caminar, haz con Jesús una relación de amistad y de ahora en adelante recuerda que en navidad nació un niño que vino a dar amor, paz y se fue de este mundo perdonando el pecado de todos, resucitando al tercer día.

¿Jesús, por qué no?"

martes, octubre 21, 2008

“El Cartero y el Ladrón IV”

“El ladrón puede robar las cartas, pero nunca el contenido de aquellas”
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Aquella noche después de haber sido víctima de robo en su propia casa, Raúl tuvo una noche más silenciosa que lo normal. Miro, leyó y releyó una y otra vez la carta que aun tenía consigo (9 de las 10 cartas que aun faltaban por leer, habían sido robadas). En vano se aventuró a saber que era lo que las demás cartas decían. Quizás aquellas cartas le decían lo que tenía que hacer en su vida, quizás le contaban algún secreto de la vida, etc. sin embargo toda la verdad que aquellas cartas contenían no podía ser revelada ya que el Ladrón una vez más había realizado casi a la perfección su “trabajo”. El ladrón se llevó consigo las cartas de Raúl y de paso se llevó la alegría de este joven y por si esto fuera poco vulneró la paz que reinaba en aquella casa. Después de pensar una y otra vez sobre las cartas que faltaban por leer, apagó la luz, se recostó sobre la cama y así tal cual se durmió sin ni siquiera cambiarse la ropa con la cual había llegado.
¡Din, Don!, con este sonido Raúl se despertó a la mañana siguiente a eso de las 10 antes del mediodía. Era el sonido de timbre más ingrato, y para mala suerte de Raúl éste se repitió un par de veces y solamente por la insistencia se levantó. Silencioso se dirigió a la puerta y contestó el citófono.
- Hola, ¿quien es?
- Soy yo, Don Benito, el cartero
- Ah buenos días – como intentando cambiar el tono de voz – pero sabe, no quiero más cartas, las que quería leer ya no están, porque se las han robado otra vez.
- Vaya, vaya – interrumpió Benito – ahora entiendo la demora en contestar y su tono de voz.
- Si es eso, no quiero mas cartas, adiós.


Y de improviso Raúl terminó la conversación, enojado, desanimado, con rabia y descargando todo aquello con Don Benito. Sin embargo éste muy porfiadamente se animó a tocar el timbre de nuevo… ¡Din, Don! Y este después de unos segundos fue contestado:
- Hola… - dijo Raúl conteniendo su enojo
- Soy yo don Benito nuevamente – dijo con tono más alegre que la primera vez como intentando aquietar el ánimo exasperado del joven
- Dígame… ¿Qué quiere?
- En primer lugar lamento lo del robo de sus cartas, pero quiero conversar con usted, tengo algo que le puede interesar, es la última vez que hablo con usted si así lo desea, pero tengo que contarle varias verdades…


Después de un par de minutos de conversación mediante el citófono, el escenario había cambiado y Don Benito y Raúl conversaban ahora en la comodidad de un viejo pero acogedor sillón.


- Primero que todo – comenzó diciendo el viejo esperando sorprender a Raúl – traje una nueva carta, que es más grande que las demás y otra pequeña que corresponde al día de hoy (mientras decía aquello se las entregó a Raúl), y bueno espero que no sea la última conversación ni tampoco la ultima carta que te entregue…
- Vaya, vaya… - interrumpió Raúl abriendo la carta más grande cuando aun el viejo no terminaba de hablar – esta carta tiene fechas, y son de días anteriores… 7 de octubre,6,5, 4 de octubre… y si no me equivoco estimado Benito, son nueve fechas, las mismas nueve fechas que me faltan por leer y que ayer fueron robadas, ¡Cómo lo hizo! (ya con tono más alegre y mezclado con una pizca de asombro)
- Muy fácil mi estimado, te contaré una gran verdad. ¿Te recuerdas cuando el ladrón te robó las cartas la primera vez y esa vez consigo también se llevó tu buzón? (para comprender de mejor forma léase “El cartero y el Ladrón I”). Bueno en ese entonces lo atrapé cuando se iba arrancando y te pude devolver tanto el buzón como así también las cartas, que sin duda son lo más importante. Fue en ese entonces que comencé a transcribir una a una todas las cartas que te habían enviado a tu buzón porque sospechaba que nuevamente el ladrón haría de las suyas y te volvería a robar las cartas. La segunda gran verdad que te quiero contar es que: “Lo importante es el contenido de las cartas y no el papel físico que las contiene, cosa que el ladrón conoce pero simplemente puede robar lo segundo y no lo primero, es decir, puede robar las cartas pero nunca se llevará consigo el contenido, porque de una u otra forma yo me voy a encargar de reembolsarlas, de escribirlas o decirlas de alguna u otra manera al destinatario real”. Y por último otra gran verdad que de solo contarla me da un tanto de risa: “El ladrón cree saber todas las cartas que te puedo entregar, sin embargo desconoce que diariamente estoy pensando en una nueva carta”.

- Ahora entiendo todo – dijo Raúl abrazando a don Benito y aun manteniendo el abrazo continuo con estas palabras – el ladrón me ha querido alejar de usted y en un comienzo lo logró ya que lo esquivaba cuando usted quería conversar conmigo en la esquina y cuando ya le coloqué atención se llevó consigo el buzón y después las cartas. Ahora entiendo todo, intentaré leer diariamente las cartas que usted me deja en el buzón e intentaré aprender de cada una de ellas.
- Lo estimo demasiado Raúl, pero debo seguir entregando cartas, hablamos mañana a la hora que tú desees.
- Está bien, vaya, sin duda hay mas gente con la cual usted quiere hablar, ¡que le vaya bien!
- Lo estimo mucho mi amigo – dijo el viejo despidiéndose y abrazando por última vez a Raúl.


Fin de “El cartero y el Ladrón”
Espero que les haya gustado.

crédito fotografía: http://bighugelabs.com/flickr/onblack.php?id=2263052313&size=large

sábado, octubre 11, 2008

“El Cartero y el Ladrón III”

“Aun siguen habiendo cartas por leer”
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Y de esta forma Raúl entró a la casa con un montón de cartas por leer. Como niño en navidad entretenido con sus juguetes, así Raúl comenzó la lectura. Leía una a una las cartas, sin desatenderse de los ruidos que había en casas contiguas ni menos pensaba en la posibilidad de encender el computador (ordenador en España) y ni siquiera en prender la televisión. Así transcurrió gran parte de la mañana antes de que dieran las 12, hora en que debía de ir a la Universidad.

Afuera el sol lucía su mejor traje como dándole la bienvenida a una anhelada primavera. Pájaros, flores que caían de los árboles alegraba la caminata de unas cuantas cuadras para llegar a la Universidad. El aire fresco era como un incentivo para caminar, la gente y los pensamientos eran como la de un día ideal. Y bueno así transcurrieron varios días de este joven, levantándose temprano, anhelando leer una y otra vez las cartas y la meta estaba ya casi concluida. Faltaban solo 10 cartas por leer, algo que era casi impensado hace unas semanas atrás.

Sin embargo un día al volver a casa se encontró con un triste panorama, la casa se encontraba desordenada, las ventanas abiertas, lámparas caídas y uno que otro cajón entreabierto. ¿Qué paso acá? Se preguntó. Corrió rápido al dormitorio y abrió con igual rapidez el velador, para ver si aun tenía el dinero para los gastos del mes. Lo extraño era que ese dinero se encontraba, un tanto desordenado, pero se encontraba. Y así pensó en todos sus objetos de valor y uno a uno se dio cuenta que todos estaban en su lugar. Eso le dio calma y ánimo para ordenar la casa.

Después de arduas horas de trabajo, consiguió reestablecer el orden y un merecido descanso acompañado de leche y galletas que había comprado en el negocio de Don Agustín antes de entrar a la casa. Relajado y ya en pijamas se encontraba sentado en la alfombra del living viendo un rato las noticias cuando se acordó de leer las cartas que periódicamente a esta hora lo hacía. Las buscó en el lugar de siempre, al lado de los libros de estudio y no las encontró, por más que buscó en ese lugar, no estaban. Lo mismo también hizo debajo de la cama; en el lugar de las revistas; en el closet, pero nada. Por esas cosas escuchó un ruido en la cocina, se dirigió lentamente hacia allá y el ruido se repitió un par de veces gracias al incesante viento que comenzó a aparecer ya terminada la tarde como típico día de primavera en esta parte sur del mundo. Asomó tímidamente la mano para encender la luz y con el pie derecho terminó de abrir la puerta. Se asomó completamente y vio que la puerta que da directamente al patio se encontraba entreabierta. Cuando iba camino a cerrar la puerta se dio cuenta que habían aun huellas frescas de zapato y lo peor de todo fue que encontró una las diez cartas que aun faltaban por leer. Recién en ese momento Raúl entendió el motivo del robo. El ladrón lo había hecho de nuevo, ahora en el lugar más seguro que uno puede tener en la vida. El ladrón nuevamente se robó las cartas y más aun se llevó 9 de las 10 cartas que aun faltaban por leer.

Continuará…
Esperen la cuarta parte y final

martes, agosto 26, 2008

“El Cartero y el Ladrón II”

"Cartas que deben ser leidas diariamente"
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¡Mañana sin falta!... al terminar esta frase, Raúl abrió la reja de la casa y sin duda vio que el buzón estaba repleto de cartas y que Don Benito hoy había dejado un par de cartas más tiradas cerca de la puerta. Las miró con intención de tomarlas y lo primero que dijo: “las leeré mañana sin falta”, y dando unos pasos más entró a la casa. Se dirigió a su cuarto y durmió después de un extenuante día.

Al día siguiente, entre la incesante lluvia y uno que otro trueno, Raúl se despertó más temprano que lo normal. El primer pensamiento que tuvo sin duda fue: “mañana sin falta”. Se levantó abrigando su pijama con una parka acompañado de un paraguas y fue en busca de las cartas que ayer en la noche había prometido leer. Se dirigió al buzón, sin embargo este ya no estaba. Miró con un tanto de tristeza el pilar del buzón, como pretendiendo responder mil preguntas. Volteó para ver si aun quedaban las cartas que estaban en la puerta el día de ayer y ni siquiera éstas se encontraban. Se quedó en silencio, en frente de la reja, cabizbajo y mirando como una que otra gota chocaba con aquel pastelón. ¿Qué dirían aquellas cartas? ¿Por qué donde Benito le prestó más atención a éstas que al pago de las mismas? Se preguntaba Raúl caminando lentamente en dirección para entrar de vuelta a su casa. En ese instante escuchó un grito, y era nada menos que Don Agustín.
- Estimado Joven Raúl – grito con cierto cariño abriendo tempranamente el negocio - ¿le puedo ayudar en algo?
- Si… – respondió dando vuelta la mirada y dirigiéndose nuevamente hacia la reja – sabe don Agustín, como ve… es temprano y me acordé de lo que le prometí el día de ayer. Mire… (apuntando con la mano el lugar del buzón) no hay cartas, se robaron el buzón.
- Que lamentable… - respondió el viejo – sin duda no está el buzón, pero tranquilo.
- Si tan sólo le hubiera hecho caso a usted ayer – prosiguió Raúl – en vez de haberme ido a dormir, haber revisado el buzón y haber guardado las cartas dentro de la casa. ¿Pero quién iba a pensar que hoy en día se iban a robar un buzón? Y un buzón con una que otra cuenta y un par de cartas que ahora pensándolo bien, quizás tenían alguna importancia…
- Pero tranquilo – interrumpió el viejo – Don benito está a punto de pasar, siempre a esta hora tiene una que otra carta que entregar y no creo que este día sea la excepción, siempre tiene algo nuevo que contar y siempre llueva o truene pasa puntualmente.

Y terminadas estas palabras, doblando en la esquina apareció Don benito, el tipico viejo bonachón que todos conocemos. Al parecer ese día se asomó mas alegre por aquella avenida y su divertido bigote así lo reflejaba. Venía cantando como siempre, la misma canción, esa que el mismo compuso hace mucho tiempo atrás. Su bolso como siempre venía abultado pero aquel día era un tanto mayor. Al divisar a lo lejos al viejo le gritó, Agustín!, Agustín! Y al cabo de unos segundos llegó al lugar donde se encontraban conversando Agustin y el joven.

- buenos días Joven Raúl – dijo un animado don benito - Qué bonito el día de hoy ¿No le parece?. Ha dejado de llover, lo que unos minutos atrás era impensado y hasta incluso me atrevería a decir que va a salir el sol
- Si está muy bonito el día , pero algo malo ha sucedido. ¿Se recuerda que ayer tenía un buzón repleto de cartas? Bueno hoy me desperté a buscarlas y no estaban ni las cartas y ni siquiera el buzón… alguien se las robó.
- Vaya, vaya ya veo – sonrió Don benito – pero tranquilo, tengo algo en mi bolsón. Aquí tengo la carta del día de hoy y algo más que tengo guardado en esta bolsa…
- Gracias, al menos tengo una carta – dijo Raúl – oh! ¡Y el buzón! (al ver lo que había dentro de aquella bolsa) Gracias don benito, no sabe cuanto se lo agradezco.
- Ahora ya tienes todas tus cartas – prosiguió don benito – pero yo tendría mas cuidado con la lectura de las cartas. Este ladrón se ha empecinado con robar alguna cosa en este barrio, ahora son las cartas. Pero siempre cae en el mismo error, por mas que quiera pasar inadvertido, siempre estoy dando vueltas por aquí y por allá repartiendo cartas y hoy en la madrugada lo ví cuando se llevaba tu buzón.
- Gracias! – interrumpió Raúl – le prometo que apenas entre a la casa las leeré.
- Me parece bien – dijo un atosigado Don benito al ser abrazado por Raúl – una última cosa para que no seas sorprendido por el ladrón. Lee las cartas diariamente, porque todas tienen un significado especial para cada día. Si las lees todas juntas igual te servirán, pero te sugiero que estés pendiente de no saltarte ninguna carta porque cada una de ellas están hechas para ser saboreadas y aprendidas en el día a día.
- Tiene toda la razón – contestó un emocionado Raúl – trataré de hacer caso a su sugerencia. Hasta luego don Benito y gracias por todo, hasta luego don Agustín.

Continuará...

crédito fotografía: http://api.ning.com/files/GWedJ5QltwAVZObiQaFvkz5Dz*6wK29bqAJX7mlASqEO93Q-lD2DB-nm22ZOx5JnmIgEQhvktJjjFjMvGnoqDQ26hK5fC4mC/Dec1Dec5Letters.jpg

miércoles, junio 25, 2008

El Cartero y el Ladrón I

"Aun quedan muchas cartas por leer..."
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Día de semana, afuera el sol brilla tenuemente como buen otoño. El kiosco que se encuentra ubicado en medio de una central calle de aquella costera ciudad, comienza a vender sus primeros periódicos para aquellos madrugadores lectores y uno que otro alimento comprado por un atolondrado estudiante. Y así comienza el día, al compás de don Agustín que aun no ve asomar ni menos levantar a su estimado amigo Raúl, que de cariño lo llama “joven Raúl”. Aquel viejo ha visto pasar una decena de estudiantes por aquella casa ubicada justo al frente de su negocio, pero algo le ha llamado la atención, un cariño especial sin duda. Sin saber Raúl, el viejo conoce todos sus movimientos e innumerables veces ha cerrado tarde su negocio solo porque al joven se le ha olvidado comprar algo para comer.

En una hora un tanto atrasada se levanta Raúl. Prueba de ello es que deja entreabierta la ventana... sale rápidamente acomodando su ropa mientras camina, ni siquiera alcanzó a secar su pelo ni menos tuvo tiempo de revisar todas las cartas que están en el buzón. A media cuadra se encuentra con Benito, el cartero de más edad de la ciudad, el mismo que diariamente le lleva alguna correspondencia. Don Benito lo saluda como intentando entablar una pequeña conversación para así después preguntarle sobre el pago de tanta correspondencia acumulada. Sin embargo Raúl saluda apuradamente, tanto así que al momento de saludar hace parar un microbús que lo lleva a su Universidad.

Mientras su casa sigue vacía y de manera antagónica su buzón de correo sigue igual de lleno que en la mañana, es llenado aun más por Don Benito, el cual no tuvo más remedio que tirar unas cuantas cartas en la puerta (más bien encima del pasto mojado). Pasan las horas, y cuando el sol de la mañana ya tiene puesto el traje de despedida, llega Raúl con un tanto más de frío, tanto así que saluda al viejo Agustín y compra un café. Pasan unos minutos y entre tanto silencio el viejo encuentra el momento justo para entablar una conversación.
- ¿Qué tal tu día “Joven Raúl"? – preguntó el viejo.
- Bueno… - contestó Raúl tomando el café más rápido para acabar la conversación.
- Hoy Benito preguntó por usted – prosiguió Agustín – me hizo ver que usted tiene una deuda pendiente con él desde el mes pasado, pero más que eso me dio el siguiente recado: “Dígale a Raúl que tiene mucha correspondencia, cartas, cobros, pero más que esto cartas… no me importa tanto el pago del dinero, sino más bien la pronta lectura de su correspondencia”.
- Ok, deberas… - contestó un sorprendido Raúl – no me había percatado de que tenía tanta correspondencia. Dígale a Don Benito que disculpe por no conversar con el en la mañana, pero tan solo fue porque iba tarde. También dígale gracias por su recado y por su paciencia conmigo. Es que sabe que don Agustín, a mi se me olvidan las cosas y ando siempre un tanto apurado… muchas gracias por el café… ¿le puedo pagar mañana?, es que hoy día extravié mi billetera y recién mañana mi padre me envía dinero del sur…
- No hay problema “Joven Raúl” – dijo con voz de un viejo amigo – cuando tenga el dinero y se acuerde de pagarme, hágalo (esto último lo dijo sonriendo).
- Gracias, muchas gracias – prosiguió la conversación cruzando la calle y elevando el tono de voz – y dígale a don Benito que mañana recogeré toda la correspondencia, ¡sin falta!

CONTINUARÁ...

creditos fotografía: http://www.flickr.com/photos/sunitabudhrani/2134486574/sizes/m

jueves, mayo 01, 2008

"Tema Libre"

"No puede haber un invierno tan largo, no puede llover por siempre, ni tampoco que perdure por siempre la sequía"
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Si quieres recomenzar tu vida, este es el día, tómate el día libre. Haz algo nuevo, sal a caminar, transita por la vereda distinta a la cual siempre sueles pasar. Si siempre caminas, sal a correr; si siempre corres, anda mas rápido o ve más allá, anda en auto o toma un bus y si siempre has hecho esto último, ¿Por qué no volar?

Si quieres recomenzar tu vida, comienza con algo pequeño. Si nunca has leído un libro, toma uno y léelo por 10 minutos, día tras día, ¿quién sabe si después de unos días te gusta leer? Si nunca has escrito, comienza a escribir cualquier cosa. Toma un lápiz, busca un cuaderno y empieza a escribir. Pero ¡ojo! Escribe en un cuaderno de notas para que así puedas plasmar ordenadamente tus ideas y siempre permanezcan en un lugar seguro. Si nunca has pintado, ¡hazlo!... lo mismo con la fotografía, con la danza, el teatro, etc. ¡Ah! Y si nunca has descansado, ¡descansa!

Todo comienza en la vida una y otra vez, y cuando crees que todo ha terminado, ¡sorpresa!: ¡Todo vuelve a comenzar! No puede haber un invierno tan largo, no puede llover por siempre, ni tampoco que perdure por siempre la sequía. Así como el camino al error comienza con pequeños pasos, el camino a la alegría y a un verdadero cambio comienza también con pequeñas decisiones, con un tibio sentir y con “insignificantes” actos.

Vamos es tiempo de moverse, es tiempo de ver el cielo, de escuchar, de reír, de llorar de alegría. Comencemos a vivir como si fuera el último de nuestros días. Respira como si fuera la última vez; sueña como nunca; grita; abraza; ríe, descansa; observa todo; fíjate en la ambulancia; pon tu mirada en cosas absurdas y ve lo bello de eso; siéntate en donde nadie lo hace; regálale algo a un desconocido; dile a tus papás cuanto los quieres. No se son tantas cosas que hay que agradecer, incluso a ustedes mis estimados lectores conocidos y unos cuantos mas lectores desconocidos. Gracias por leerme, gracias por sus comentarios, por sus visitas silenciosas, por sus múltiples puntos de vista.

Recuerden tómense el día libre y comiencen a hacer algo que les dé vida, comiencen con poco pero háganlo día a día

martes, abril 08, 2008

"El Encuentro con Alejandra" (5)

"La parte final de la historia"
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Así continuaron el viaje. A medida que pasaban las horas y se osurecía los pequeños comenzaron a agotarse y lentamente se fueron acostando en la barca. Es por esto que comenzaron a mirar el cielo. Y de esta forma esperaron el atardecer en el bote, sintiendo el suave “clap” del choque con el agua, mirando como el cielo se tornaba más oscuro y como por arte de magia una que otra estrella aparecía. Al principio fue difícil encontrar con la mirada el primer astro que se asomaba para embellecer el panorama. Uno!, dos! Gritó la pequeña francisca… hay una tercera a la izquierda exclamó Miguel… cuatro! Cinco! Continuaron diciendo los niños al ver que aparecía luminosamente tan lejanas estrellas. De pronto dejaron de contar, uno que otro parpadeo acelerado se volvió a repetir hasta que conciliaron el sueño en el bote, mientras éste seguía avanzando al mando de su escudero abisay. Sin duda una grata sensación debe de ser la de dormir en un bote. Se asemeja un tanto a ser mecido en una cuna, ¿se lo imaginan?

Ya cuando comenzó a caer una espesa niebla, Abisay los abrigó con una manta que traía en su improvisado bolso. Abisay mientras tanto continuaba con la misma intensidad el viaje, remaba queriendo avanzar lo suficiente como para mañana a primera hora llegar a destino. El escudero para no distraerse por uno que otro ruido que había en los alrededores del lago, comenzó a cantar apasionadamente, no diremos que afinadamente pero lo necesariamente melodioso como para no despertar a los niños por un ruido molesto.

De tanto remar y cantar, nadie sabe como ni cuando comenzó a amanecer. Uno que otro tibio rayo de sol comenzó a aparecer y a abrigar las frías manos de Abisay. Después de unos cuantos bostezos de este último (que al parecer fueron mas sonoros que lo recomendado), la pequeña francisca comenzó a abrir sus ojos, como quien se arruga cuando hay mucha luz o como cuando se saborea algo demasiado ácido. Ya cuando los pudo abrir saludó alegremente al escudero con un: “Buenos días”, pegando un bostezo enseguida. Después de esto, movió un par de veces a miguel, hasta que por “arte de magia” éste se despertó. Después de esto ambos se estiraron nuevamente y pusieron su vista nuevamente en el cielo observando cada ave y cuanta nube que podían divisar. El “juego” se interrumpió cuando Abisay les dijo: “¡Sorpresa, hemos llegado!. Levantense y miren la casa que está al final del lago!. Ahí se encuentra la amada de vuestro Padre. La anhelada y querida Alejandra”. Los niños ante tal anuncio no lo podían creer, sonreían, se abrazaban, miraban atónitos y le agradecían a Abisay por haberlos conducidos hasta ese lugar.

Desembarcaron, corrieron en dirección a la casa, tocaron la puerta, sacaron los regalos y al abrirse la puerta abrazaron a Alejandra como si fuera el último abrazo que en la vida podían dar. Francisca le entregó el perfume y Miguel la carta (regalos que en el comienzo de la historia su Padre les había entregado). Alejandra amablemente los invitó a pasar. Francisca entró corriendo como si se encontrara en su casa; Miguel entró educadamente pidiendo permiso; y por último Abisay entró haciendo una reverencia y quedándose en la puerta como en señal de protección ante cualquier eventualidad. Alejandra los invitó a sentarse. Al cabo de unos minutos de conversación y de una que otra anécdota, Alejandra los invitó a pasar a la mesa y les dijo lo siguiente: “Saben mis pequeños, desde hace mucho tiempo yo esperaba este momento. Día y noche anhelé que estos lugares volvieran a ser verdes. Anhelé con todo mi corazón poder sentir nuevamente el aroma de una tierna flor; poder escuchar las aves cantar, verlas volar con total naturalidad. Sin duda ustedes ni se imaginan como era la vida en un lugar tan despoblado como éste, sin vida, sin flora ni fauna, sola rodeada de tierra y de calor. Sin embargo yo sabía que este día llegaría, de una u otra forma vuestro Padre se las arreglaba para enviarme recados y cuando supe que ustedes venían en camino estallé de felicidad. Una señal que aun recuerdo fue sentir después de cien años las primeras gotas que inundaron nuevamente esta tierra y que permitieron la formación del lago que ustedes acaban de atravesar.

Y así prosiguió hablando Alejandra, emocionada, conmovida y por sobre todo amada. Todo era calma hasta que en un instante comenzó un fuerte ruido en las afueras de la casa. Abisay extrañamente ni se inmutó por tal acontecimiento y abandonó la posición de la puerta para colocarse en un costado de la casa al lado del sillón. Su rostro era de calma y tranquilidad, lo cual no atemorizó ni a los pequeños ni a la amada Alejandra. Después de aquel ruido hubo un silencio casi ensordecedor hasta que de pronto la puerta se abrió y se escuchó una tierna voz que dijo: ¡Los amó! Era ni mas ni menos que el Padre, el mismo que encomendó a los niños la misión, el mismo que estaba ansioso de estar con la amada Alejandra, el mismo que quería que el bosque volviera a reverdecer. Los niños corrieron la amada los siguió y se unieron en un gran abrazo. Y al tenerlos tan cerca nuevamente les suzurró las siguientes palabras a sus oídos: “Mi pequeña y tierna Francisca; mi valiente y fuerte Miguel (tocándole el hombro como quien felicita a otro); mi amada y hermosa Alejandra.

(5) Esta es la Quinta y última parte de la historia.
Espero que les haya gustado.
Nos vemos la próxima semana.

crédito de la fotografía: http://www.flickr.com/photos/pipe_x/2237569863/

sábado, marzo 29, 2008

“Lago Esperanza” (4)

"El segundo mágico encuentro de los pequeños con Abisay, su escudero"
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Y antes de tomar la ruta por donde se fueron estos seres indeseados, Abisay, su escudero le señaló a los pequeños lo siguiente: “Sigan corriendo, yo los perseguiré y los cansaré hasta derrotarlos”. Y acto seguido les lanzó un añoso papel que recogió Miguel…

Y así Abisay comenzó la persecución de estos desagradables habitantes. Cuando éste ya estaba lejos y los niños ya lo perdían de vista, Miguel se acordó del papel lanzado por su escudero y lo desenvolvió. Al mirarlo se encontraron con la sorpresa de que era un mapa. Quizás a ustedes estimados lectores les parezca un tanto normal tener ante su vista un mapa pero lo que significaba para estos pequeños era algo increíble. Después de caminar solos un tiempo por el desierto y ahora por un próspero bosque, el hecho de que un guerrero les haya salvado la vida y que además les dé la guía necesaria y perfecta para seguir, era para quedarse sin palabras. El mapa además contenía la siguiente reseña en el comienzo: “Este camino los conducirá por la ruta exacta por la cual tienen que transitar para estar a un paso de llegar a su destino final…”.

De este modo continuaron confiados la travesía. Y se juramentaron que la mejor paga para Abisay era avanzar lo más rápido para llegar al final. Es por esto que las paradas y los momentos de relajo fueron acordados por ambos y cada uno ayudaba en la búsqueda de comida y en leña para una que otra fogata. Y así pasaron toda la noche caminando por el oscuro pero frondoso bosque a la luz de luna llena. Caminaron como unos pequeños confiados, con el alma de soñadores y con el corazón puesto en la alegría de llegar a encontrarse con la amada de su Padre. (Cabe destacar que los regalos estaban en perfectas condiciones. El perfume y la carta de amor).

Todo iba de maravillas al comenzar la mañana. En el cielo cada vez se agigantaba un esplendoroso sol; las nubes poco a poco se disipaban; y el canto de las aves aparecía al paso de estos aventureros como un incentivo y una alegría. El júbilo se acrecentaba cuando al pasar el último pino se encontraron con un lago que gozaba de una generosa vida. Uno que otro pato dio un singular canto de bienvenida pero algo no calzaba en toda esta historia. No sabría decirles si fue temor o la sabiduría de cerciorarse de todos los detalles de la vida. Quizás pensándolo bien fue esto último porque al ver a un tipo de mediana estatura pescar en medio de la inmensidad del lago se animaron a preguntarle lo siguiente:
- ¿Abisay eres tú? – Preguntó Miguel con voz segura – si eres nuestro escudero dinos la frase que nos dijiste anoche en el bosque.
- “Sigan corriendo… - contestó con un tono de alegría - ¿debo de continuar? Espérenme en la orilla que les tengo varias sorpresas.

Al estar próximo a la orilla, Abisay saltó del bote no importándole que pudiera mojarse, corrió al encuentro con los niños y les dio un abrazo que difícilmente podrían olvidan. Les señaló que el estaba a sus órdenes y que era momento de descansar. Es por esto que les preparó lo obtenido de la pesca y les improvisó dos camas en su también improvisada carpa.

Después de terminada la siesta, Abisay se adelantó y espero a los niños en el bote para continuar ahora por agua la penúltima parte de esta alucinante travesía. Al estar reunidos los tres en el bote les explicó en que consistía esta parte de la aventura y les terminó diciendo lo siguiente: “Piensen mientras viajamos en todas las cosas que le hacen falta a este lugar. Si le hace falta vida, verdes hojas, pájaros, gente amable, frutos que alimenten a la ciudad, etc. Eso si les pediré dos cosas. La primera que lo digan en voz alta. La segunda que lo pidan como si su Padre los estuviera escuchando. Y por último les pediré que se mantengan todo el viaje despiertos, con los ojos bien atentos para así ver con claridad lo que es conveniente para este lugar”. Y viajando por el lago continuaron toda la tarde y la noche de ese día…

Continuará…
(4) Es la cuarta parte de la historia
La próxima semana la quinta parte y final.

sábado, marzo 22, 2008

¿Amigos?

"Antes de proseguir con las historias de semanas anteriores me permitiré hacer una pausa en esta semana. Los dejó con el escrito ¿Amigos?"
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Un amigo. ¿Cuántos significados hay en esta pequeña palabra? ¿Cuántas vivencias, anécdotas, risas? Y así podríamos pasar horas escribiendo significados tanto explícitos como implícitos. Cuando el conocimiento es tal entre los amigos, no hay necesidad de palabras, un solo gesto, una sola mirada basta para sentenciar con el silencio de los ojos lo que se pretende comunicar.
Pero no creo que un día al caminar por la calle, saludes a alguien de la nada y mas aun lo abraces y le digas te quiero. Algunos de nosotros quizás ha hecho lo primero pero ¿lo segundo? No lo creo, es poco probable. Entonces está más que claro que una relación de amistad no es unir a dos personas para que compartan juntos sus vidas. Si uno de ellos no quiere conversar, por más que la otra persona quiera entablar alguna conversación, todo esfuerzo sin duda será en vano. A mi me ha sucedido eso y quizás a cuantos millones más les ha pasado lo mismo que les intento relatar.
Siempre tuve a un perfecto desconocido que intentaba conversar conmigo, es más quería ser mi amigo. En realidad no recuerdo muy bien como comenzó todo esto, pero creo que echando a volar mi imaginación todas estas cosas sucedían en el diario vivir. Al solo verme me hacía señas, me sonreía, quizás cuántos chistes me contó y ni siquiera uno solo de ellos le atendí. Quizás cuantos abrazos desperdicié o cuantas horas de conversación perdidas no las aproveche. Ahora que me imagino todo esto suena como a una gran pérdida. Sin embargo solo te das cuenta de esto cuando lo conoces, porque si no lo quieres conocer nunca sabrás donde podrás llegar con Él, nunca podrás experimentar esa grata compañía de estar a su lado sin necesidad de hablar, tan sólo escuchando el nítido sonido del silencio, del viento, del mar y quizás de cuanta ave loca volando al pasar. Mi amigo me ha enseñado a pensar, a observar la ciudad, a ver con otros ojos a las personas que no conozco, incluso a ustedes mis anónimos lectores que no se sabe cómo ni cuando llegarán a leer estas palabras o la de los escritos anteriores. ¡Vivir con este amigo es vida! ¿No me lo creen? Traigan a su memoria a su mejor amigo/a, no es divertido compartir, sin duda es necesario reir, llorar, contar tus penas y alegrías, tus mas grandes victorias y por qué no también tus miedos. Un amigo sin duda es una invitación a volar, a llegar más lejos, a trascender en esta vida, un aliado de batallas. Hay muchos epítetos más que podría agregar pero que ahora no me vienen a la mente, quizás tu me ayudes a contarlos si te animas.
Para ti y para mí este amigo puede tener demasiados adjetivos y puede tener diferentes significados porque cada uno de nosotros fue creado diferente, con talentos, con caracteres incluso en algunos casos totalmente opuestos. Pero vamos concluyendo. Si alguien toca a tu puerta ahora, en este instante y dijera que quisiera ser tu amigo, de buenas a primeras ¿que le responderías? ¿Te animarías a decir: si? Si te digo que aquel personaje te quiere entregar todo su amor, cariño y perdón, ¿Lo pensarías? Quizás suene un tanto extravagante o medio irreal. Pero es cierto. Hay alguien que siempre ha anhelado buscarte, no por piedad, sino que por amor, no para juicio, sino que para perdón; no para aburrirte, sino que para pasar tardes, mañanas y noches entretenidas contigo; hay alguien que ronda y hace lo imposible para estar contigo. ¿Crees que no es posible? ¿Por qué no? ¿Suena a un cuento mágico? ¿Por qué todo lo mágico en esta vida no puede ser real? Al menos yo te aseguro que esto sin duda es real o sino no estaría escribiendo esto. Si te digo que ese amigo incansable murió en una cruz, ¿lo creerías? ¿Qué murió por tus pecados? Bueno también puedes decir que murió por tus errores. Quizás suene muy loco, pero es real. Puedes darte un respiro, puedes pensar, puedes mirar a todos los lados. No pienses que después de todo esto aparecerá el conductor de televisión que te dirá que esto es una cámara indiscreta. Más bien, siempre hay alguien que te dice que esto no es real, que esto es una gran mentira y que mejor que sigas tal cual como estás. Pero vamos, animate a abrazar a este amigo, a este genio llamado Jesús, al ser más creativo de la historia, al más humilde, al incansable restaurador de corazones, al más chistoso de todos, al que da los abrazos mas tiernos que pueden existir, etc.
Te invito a abrazarlo, a aceptarlo, a pasar una eternidad con este Amigo, a compartir todo lo que te resta de vida.

créditos:
fotografía: http://www.flickr.com/photos/joyrex/1374573642/
arreglo de la fotografía: cata lara


miércoles, marzo 12, 2008

"En Medio de la Travesía" (3)

"Sigan corriendo, yo los perseguiré y los cansaré hasta derrotarlos"
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Despertar sin duda es un regalo del cielo. Pero para estos pequeños era más que esto. Abrir los ojos, ver el sol radiante de la mañana y que la brisa refrescara sus cuerpos era algo impagable. Se levantaron como quien ha tenido una noche placentera. Se miraron y cada uno ayudó a desarmar la improvisada habitación. Al terminar comieron una que otra fruta, un pan que aun conservaba su frescura y un jugo de manzana que les había preparado su Padre. Un rato de juego, unos minutos de risas, ambos se miraron y señalaron a la vez que ya era necesario partir. Ordenaron su equipaje pero éste ya nos les cabía en sus mochilas. Intentaron una y otra vez pero ningún intento dio resultado. Hasta que Francisca señaló:
- Miguel – señalo la pequeña – no puedo con mi mochila…
- Yo tampoco – interrumpió Miguel – he intentado varias veces ordenar nuevamente nuestro equipaje, pero ninguna forma me ha dado resultado.
- Creo que debemos de dejar algunas cosas de lado – dijo una pensativa Francisca – Lo importante de todo esto, es continuar… lo importante es cruzar lo más rápido este lugar, porque el calor me está agotando.
- Dices bien Francisca – señaló Miguel – cómo no haberlo pensado antes. Sin duda tendremos que despojarnos de las cosas que si bien nos han servido para llegar hasta aquí, quizás ya no las utilizaremos más. ¡Que gran idea!... con un menor peso en nuestras mochilas podremos caminar más… podremos llegar más lejos… ¡quizás hasta podremos correr!

Los pequeños se animaron a colocar lo más importante en sus mochilas, dejando lo justo y necesario para el viaje. Ni más ni menos, esa era la consigna. Teniendo lo necesario para avanzar y poniendo la mirada en que la vida les ayudará a continuar. Ordenar el equipaje les llevó un par de horas. Ya era mediodía y solo había una misión: avanzar. Llegaron a un acuerdo que se turnarían cada diez minutos quien avanzaba en primer lugar, para así no cansarse y poder discernir bien los lugares que atravesar. El suelo seguía un tanto arenoso, el viento cada vez más cálido por el paso de las horas. A veces era necesario parar, tomar un poco de agua y continuar. Los rostros comenzaban nuevamente a desanimarse, ya sea por la incesante o por el agobiante calor que reinaba. Pero mientras más cansados estaban, más pensaban en la meta, se recordaban del oasis que los sorprendió ayer a media tarde y sonreían de sólo pensar que después de unas horas más algo nuevo los volviera a “despertar”. Dieron las tres de la tarde y al no encontrar un lugar para cobijarse, siguieron caminando y así pasaron un par de horas avanzando sin parar.
En el comienzo del viaje los pequeños habían hecho una promesa de nunca mirar hacia atrás, ni siquiera en juego, pero quien sabe si hubiese animado a Miguel y Francisca en esta oportunidad voltear la mirada para observar todo lo recorrido.

Ya eran las cinco de la tarde y Miguel que iba unos pasos delante de Francisca notó que el suelo poco a poco comenzaba a tomar un color verde. En medio de la arena, había una que otra huella de pasto. Esperó a que su hermana lo alcanzara y le señaló la buena nueva. Se sacaron los zapatos y comenzaron a correr, de un momento a otro olvidaron su cansancio. El paisaje de nuevo los había reanimado, ayer con el oasis, más hoy con un verde paraje que comenzaba lentamente a aparecer. Comenzaron a correr, a sentir de nuevo la brisa que había en el bosque, a sentir ese aroma…

De pronto de la nada apareció el temible viejo creador de tantos engaños y mentiras que reinaba en la soledad del bosque. Los niños de solo verlo se inmovilizaron, bajaron la mirada, cerraron los ojos al ver que el viejo se les acercaba. Pensaban entre sí que de alguna forma iban a salir de este problema, pero al ver que el viejo y sus mascotas se acercaban rápidamente hacia ellos temieron lo peor. Se aferraron a sus mochilas, resguardando con su vida el preciado equipaje. Ojos cerrados sentían los acelerados pasos del viejo y de sus mascotas, ojos cerrados que pensaban en qué hacer, oídos que de pronto escucharon un sonido en las copas de los árboles. Algo imposible porque el verde paraje recién había comenzado a aparecer delante de sus pasos. Abrieron los ojos, voltearon la mirada hacia atrás y observaron que sus pisadas habían dejado una verde huella en la arena. Sus pasos en la arena se habían convertido en fresco pasto, en tierna y frondosa vegetación, en altos y variados árboles. Se pusieron en pie nuevamente, escuchando claramente el sonido que provenía desde las copas de los árboles.
Miraron fijamente a sus adversarios, desafiándolos a pelear. Sin embargo de pronto aparece un personaje que se pone delante de ellos y hace huir a estos malignos habitantes. Éste al mirarlos les señala lo siguiente:
- Mi Nombre es Abisay – les señaló con voz potente y amigable - ¡Soy su escudero, vine en ayuda de ustedes, vine a pelear junto con ustedes. Seremos compañeros de viaje, hasta completar el trayecto!

Y antes de tomar la ruta por donde se fueron estos seres indeseados les señaló a los pequeños lo siguiente: “Sigan corriendo, yo los perseguiré y los cansaré hasta derrotarlos”. Y acto seguido les lanzó un añoso papel que recogió Miguel…

Continuará...

(3) Es la tercera parte de la historia

créditos:
Arreglo de la Fotografía: Catalina Lara

domingo, marzo 02, 2008

“En Marcha” (2)

"El paisaje cambia si avanzamos"
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El comienzo siempre es difícil, más en este caso en que los aventureros no sobrepasan la adolescencia. Hay numerosos miedos a vencer, dar el primer paso es complicado y no tentarse con mirar atrás y devolverse a la estabilidad del Padre es una empresa casi utópica. Por esta razón los niños juramentaron que terminarían el viaje. Se propusieron al menos avanzar un par de kilómetros diariamente, aun cuando no tuvieran ni las fuerzas ni las ganar de continuar. Ambos se encargarían de animarse mutuamente, de protegerse como si se tratara de sus propias vidas y de quererse como si el día de mañana ya no se pudieran ver. Pero ante todo, no dejarían de ser niños, caminarían siempre por el bosque imaginándose cuentos, creando personajes y lanzando una que otra piedra al pasar. Acordaron que el mejor se ganaría la manzana más verde y jugosa que el “aprendiz” (por no decir perdedor) pudiera encontrar.
Los pequeños mientras conversaban no alcanzaron a percatar que ya habían recorrido un largo trecho. El diálogo había sido tan mágico que habían olvidado el peso de sus mochilas y los calurosos rayos de sol que asediaban a través de las ramas de los frondosos árboles. Y así continuaron la tarde entre risas, travesuras y una que otra aventura. De pronto comenzaron a notar que el frondoso bosque ya no era tal. Cada vez el verde se mezclaba más con la tierra, y después ésta cada vez más con arena. El verde, las flores ya habían pasado al olvido. De un momento a otro el sol volvió a cansarlos y después de unos diez minutos de caminata el panorama era árido y el cansancio los llevó a tal extremo que se sentaron en medio del desierto reinante. Sol agobiante, viento tibio que no alcanzaba a refrescar sus caras y que además traía consigo arena que se colaba por toda su vestimenta. Desconcertados, desanimados, esa era la apariencia de sus caras. Un sin fin de preguntas merodeaban por la mente de Miguel, un sinnúmero de emociones sentía la pequeña Francisca. A pesar de todo esto conservaban intacto el “equipaje”. El perfume y la flor estaban en perfectas condiciones.
Después de tener una pequeña conversación con su hermana, Miguel se levanta y da la orden de continuar. Al levantarse se cae una hoja de la mochila, el cual la pequeña se percata y se lo entrega. Miguel asombrado señala que al parecer detrás de esa colina los espera algo especial, algo que en tan añoso papel no se logra distinguir. Al retomar la caminata lucían rostros esperanzados, la pequeña sin duda apuraba el paso para descubrir luego dicho lugar. Miguel la seguía un paso más atrás para asi conservar fuerzas y de paso la cautela ya que si al llegar a la colina no veían nada, tener la respuesta adecuada para tal situación. A medida que se acercaban a la cima del monte, aumentaba la incertidumbre. Era como si fueran a perder algo. Si lograban ver lo que en el mapa aparecía, los inundaría una alegría, pero si no hallaban nada, sin lugar a dudas nunca se sabría.
Francisca llegó primero, se detuvo, miro para todo lugar, levanto la mirada al cielo, dejó su mochila a un lado, dio un paso para descender y después de esto se escucho un grito que Miguel no pudo distinguir si era porque estaba en problemas o era de felicidad. Al no ver a su hermana, corrió hasta alcanzar la cima dejando la mochila a un lado y desde ahí realizó un gran salto que solo se detuvo al alcanzar el fondo del oasis.
Solo felicidad al salir del agua, no sin antes haberse lanzado agua entre ambos. Fueron en busca de sus mochilas no sin antes pasar por el puente que estaba sobre el oasis. Ya con caras y ánimo renovado, observaron nuevamente el mapa y pusieron en el lugar que no se distinguía: “oasis”. Dieron vuelta la hoja y encontraron que aparecía el siguiente escrito: “Este es el puente “La Paloma” en cuyos costados existen variadas flores que son producto de la magia del rocío de la mañana. Al estar en ese lugar podrán observar una pequeña muestra de todo lo mágico que puede ser la tierra si se comportan con valentía y logran llegar a visitar y dejar esos regalos a mi amada”.
Ante una arenga tal los niños conversaron largo tiempo, armaron su guarida a un costado del puente, observaron las estrellas, la luna y se quedaron un largo rato en silencio escuchando el viento hasta que conciliaron el sueño.

Continuará...
(2) Es la segunda parte de la historia

martes, febrero 12, 2008

"Una Nueva Misión" (1)

"No pierdan nada de lo que les he dado, sino que consérvenlos hasta el final"
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Mitad del verano, en medio de este bosque del sur del mundo. Sol, verdes hojas, flores y alegría rodean a la pequeña francisca (ya de 11 años) y a Miguel su hermano mayor (ya de 14 años). Como de costumbre se despiertan temprano en la mañana para así aprovechar mejor el día, sentir el sonido de los pájaros que merodean alegremente los alrededores de la casa, respirar la brisa fresca que viene de la montaña, entre otras tantas cosas como jugar a orillas del río...

Todo esto transcurre día a día con las pequeñas tareas que el padre les da a realizar, todas son acorde a su edad, pero últimamente les ha dado quehaceres que los han sorprendido pero de paso han conocido el limite de sus fuerzas, inteligencia y sabiduría. Sin embargo hoy los pequeños notaron algo diferente en el actuar de su Padre, esa sensación grata de que algo bueno sucederá. Por lo visto no se equivocaron ya que el padre les dejó una nota en la mesa. El papel era antiguo, parecido a un papiro y estaba amarrado con una fina cinta color oro el cual decía: “Así mismo como les entregué una espada y una flor cuando pequeños (para una mayor comprensión leer texto “espada y flor”), hoy es día de una nueva misión, por esto diríjanse al frondoso árbol que está en las faldas de la colina”.

Los niños al leer este papel sonrieron y atinaron a salir de la casa lo más rápido que podían, no se fijaron ni en donde pisaban, sólo se preocuparon de levantar la mirada y llegar lo más pronto donde su padre. Después de unos cuantos segundos de alocada carrera, se encontraban frente a su padre, que les sonrío y se alegró de verlos con gran entusiasmo. Pasado unos segundos comenzó a explicarles con lujo de detalles la misión que se les encomendaba, de las partes que pasarían, los obstáculos que deberían sortear, etc. Ante esto los niños sonreían, se miraban con emoción, a veces un tanto preocupados, pero nunca dejando de lado la confianza en quien les encargaba la misión. Lo que les puedo contar acerca del diálogo de Miguel, Francisca y su Padre es el siguiente:

El padre les señaló que deberían de visitar a su amada y que para ello deberían de llevar dos presentes. Estos serían una carta de amor y un perfume. El primer regalo será llevado por Miguel porque debe de ser férreamente resguardado y el segundo lo llevará la pequeña porque sólo una mujer puede resguardar cálidamente tan frágil aroma. Y posteriormente les pasa un papel a cada uno con la misma indicación para ambos: "No pierdan nada de lo que les he dado, sino que consérvenlos hasta el final". Sin duda lo más emotivo antes de la despedida fueron las palabras del Padre a sus pequeños, sus últimas palabras comenzaron así: "Yo confío tanto en tí Miguel, como en ti mi pequeña Francisca, se que aun son jóvenes y llevar estos regalos a mi amada no es una cosa fácil. Pasar por el bosque y arriesgar sus vidas es algo osado, pero yo no les daría una misión que ustedes no pudieran cumplir. La gente dice que este bosque es impenetrable y que hasta el más viejo habitante de esta ciudad más de alguna vez se ha perdido. Sin embargo la historia no cuenta con que yo soy su Padre y que el bosque lo conozco antes de que éste fuese creado. Así que vayan tranquilos, pero con los ojos despiertos para ver diariamente las alegrías que la vida les depara y la sabiduría para alejarse de los peligros. Ante cualquier dificultad recuerden alzar su mirada al cielo y verán que de pronto les vendrá ayuda. Por el camino ustedes no irán solos, cuando necesiten compañía el viejo José estará a su lado. ¡Buen viaje mis pequeños! ¡Vengan y abrácenme que los extrañare!

Continuará...
(1) Es la primera parte de la historia